martes, 10 de agosto de 2010

Ellos

El bar está cerrado. Son las cuatro de la mañana. La ciudad parece sumida en su niebla nocturna, lo sabemos. Y esto hace que una busque refugio, una cama o un café. El buen whisky ayuda, recupera la garganta lijada por la vigilia y hace pensar en cosas improbables.
El bar está cerrado, pero esto no les impide entrar a Pedro y Leo, riendo. Son los dueños del lugar y también, hasta cierto punto, de mi vida.

LEO.- Pedro, te dije que lo sacaras a pasear, no que lo mataras.
PEDRO.- (Tropezando, casi ebrio) Vamos, brindemos.
LEO.- Esta no es manera de llevar un negocio.
PEDRO.- ¿Creés que no conozco la mierda con la que trato?
LEO.- ¿Arreglaste lo de Gisel?
PEDRO.- Está bien que cante. Me alegra.
LEO.- Te usa.
PEDRO.- Y yo a ella.
LEO.- Andá a jugar con la chica...Estamos viendo “Una noche bizarra”, con Pedro y Leo.
PEDRO.- Soy un gran artista. Un día todos lo sabrán.
LEO.- Andá. Yo me arreglo.
PEDRO.- Soy un elegido.
LEO.- Fuiste monaguillo. Eso te afectó.
PEDRO.- En ocho semanas todo puede cambiar, como en el aviso de detergente.
LEO.- ¿Qué?
PEDRO.- El aviso.
LEO.- ¿Qué querés decir?
PEDRO.- La chica. Ya no...
LEO.- ¿No qué?
PEDRO.- Tu cabeza tiene precio ¿Sabías? Todo bien, y de pronto te sale con una historia. Es duro, otra vez lo mismo.
LEO.- ¿Estás saliendo con alguien más?
PEDRO.- ¿Quién, yo? ¿Por qué debería ser yo quien..?
LEO.- Porque siempre es así.
PEDRO.- No lo es.
LEO.- Sí, es así.
PEDRO.- Te aprovechás porque no me acuerdo con precisión.
LEO.- Estás lavando plata, impreciso. Comprando dólares.
PEDRO.- No, qué decís. Hablemos de mujeres.
LEO.- Bueno, entonces andá a jugar con la chica.
PEDRO.- Ya no me apetece.
LEO.- Significa mucho para mí.
PEDRO.- ¡Pero por qué!
LEO.- Me dejarías más tranquilo. Ahora sé que andás en algo.
PEDRO.- Toda esa farsa es basura. Yo veo otras cosas en lo que veo, ¿entendés?
LEO.- ¿Es linda? La nueva.
PEDRO.- Oh, sí. Quizás lo intente.
LEO.- Decíselo, así se entera. Ellas quieren de la vida lo mismo que vos.
PEDRO.- Dije quizás. Me contengo.
LEO.- ¿Por qué?
PEDRO.- Dejo que continúe. Todo. Me detesto. No puedo dar todo. Y cuando por fin las encuentro tiradas en la cama, llorando, siento alivio.
LEO.- ¿Compraste dólares?
PEDRO.- Te devolveré todo.
LEO.- Mirá que te apago la luz, eh.
PEDRO.- Todavía tengo el control.
LEO.- ¿Encontraste algo interesante?
PEDRO.- Creí que deseabas hablar de minas.
LEO.- Yo no soy el evasivo. Calmate.
PEDRO.- Acepté una propuesta.
LEO.- Calmate. Ultimamente discutimos mucho, pero pongamos paños fríos, ¿sí? Las cartas sobre la mesa.
PEDRO.- ¿Justo vos me lo pedís? Confías más en esas putas que en mí.
LEO.- ¡No son putas!
PEDRO.- Vamos.
LEO.- ¡No, no lo son! ¿Qué clase de propuesta aceptaste?
PEDRO.- No fue nada.
LEO.- ¿Nada? ¿Estás comprando o no?
PEDRO.- Sí.
LEO.- Por lo menos, ¿Sabés cuál es su apellido?
PEDRO.- ¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio, una humillación privada?
LEO.- De acuerdo. Si querés hacerlo solo...
PEDRO.- No es nada grave.
LEO.- ¡Esto es estúpido!
PEDRO.- Estoy pensando en irme.
LEO.- No te veo pegado.
PEDRO.- Tomemos café.
LEO.- ¿Estás borracho?
PEDRO.- No.
LEO.- ¿Entonces qué pasó con ese tipo, ahí afuera?
PEDRO.- Nada, hizo un comentario.
LEO.- ¿Quién era?
PEDRO.- No sé.
---
LEO.- Ya no me respetás, Pedro.
PEDRO.- Mentira. Fui bueno. Voy a dejar algunas cosas.
LEO.- ¿Qué cosas?
PEDRO.- Que ya no quiero hacer.
LEO.- Parece que hubieras sufrido.
PEDRO.- Hay una gran distancia entre sentirse bien y hacer lo correcto.
LEO.- No me hagás reír.
PEDRO.- Es cierto, lavan dinero. Estoy colaborando.
LEO.- ¿Por qué me lo contás? ¿No te lo bancás solo? Y decís que te vas.
PEDRO.- Las cartas sobre la mesa. Es todo.
LEO.- El café está amargo. Alcanzame un pedazo de torta.
PEDRO.- ¿No podés agarrar?
LEO.- Ya que estás parado... Nunca te importó.
PEDRO.- Tomá la bandeja, cométela. (Pausa) Ella ya lo tiene todo. De la vida, lo tiene todo, ¿entendés?
LEO.- ¿Qué le hiciste creer?
PEDRO.- Con ella soy tal cual. Soy Pedro, así de simple.
LEO.- ¿De qué les hablás, que todo el mundo termina queriéndote?
PEDRO.- Ojo, yo no soy el único farsante acá.
LEO.- (Pausa) ¿Y dónde pensás ir?
PEDRO.- Todavía no sé. Es por un tiempo. Tengo que volver, después.
LEO.- ¿Esos tipos te apretaron?
PEDRO.- Te digo que son muchas cosas. No te metás.
LEO.- Ok. Supongamos que a tu regreso todos los problemas se hayan solucionado mágicamente. ¿Qué hacés?
PEDRO.- (Ensimismado) Voy a construir el edificio más alto de la ciudad.
LEO.- Ah, era eso.
PEDRO.- Compasivo. ¡Detesto ese tono compasivo!
LEO.- ¡Y yo detesto que digás detesto a cada rato! (Pausa) Entonces ya sé quién es la mina.
PEDRO. - Me voy.
LEO.- Pará. ¿Creés que te van a dejar ir así nomás? Estúpido, sentate y pensá, trabajá con esa cabeza.
PEDRO.- No, Leo. Viví hasta ahora sentado, pensando. No funcionó.
LEO.- ¡El edificio más alto! ¡Pelotudo! Usaste a la mujer para robar el proyecto.
PEDRO.- El plano era mío. En el fondo era mío...
LEO.- ¡Y estás lavando guita para construirlo!
Pedro.- Es tan fácil, Leo, una vez que te decidís...
LEO.- Estamos perdidos.
PEDRO.- Despreocupate, no te involucré a vos.
LEO.- ¿Qué significa eso, exactamente?
PEDRO.- No te meto, estás a salvo. Yo voy solo. Si algo sale mal, pago yo. (Pausa) Qué.
LEO.- (Agobiado) Una pregunta. ¿Te vas con ella?
PEDRO.- Ni loco. Le dije que viajaba al exterior, a un congreso.
LEO.- (Pausa) ¿Tuviste miedo?
PEDRO.- Son dos preguntas.
LEO.- Contestá.
PEDRO.-¿Qué pasa?¿Estamos en el programa “te cuento mi experiencia”? No me siento un delincuente, si querés saber. A veces hay una sola manera de hacer las cosas.
LEO.- Mal, por lo que veo. Reconozco que no somos santitos, pero...
PEDRO.- Loco, vos estás limpio.
LEO.- ¡Y eso qué mierda importa! ¿Si pasa algo creés que no me voy a meter? ¡Si estás vos, estoy yo! ¿Te das cuenta, imbécil?
PEDRO.- Así fue hasta ahora. Debe cambiar (Hace ademán de irse) Chau.
LEO.- ¡Pedro! Tomate ese café.
PEDRO.- Es tarde.
LEO.- ¡Tomá -ese- puto –café!
PEDRO.- No tuve miedo. Te contesto. Y no tengo miedo ahora.
LEO.- Pensás dejarme solo con todo, acá.
PEDRO.- (Se ríe) Oh, ahora soy un hombre útil. Quién lo hubiese imaginado.
LEO.- En este pequeño sistema que armamos sos una pieza necesaria. Nunca negué eso.
PEDRO.- Ok. (Se vuelve) Decime una cosa, Leo, ¿vos me querés?
LEO.- ¿Qué decís? Claro, te aprecio, somos amigos.
PEDRO.- Bueno, entonces prestame diez mil.
LEO.- ¿Para qué?
PEDRO.- No puedo decirlo. Tendrás que confiar.
LEO.- Ah, vos tendrás que confiar.
PEDRO.- ¡Vos!
LEO.- ¡Vos! ¡Yo pongo la plata!
PEDRO.- ¿Ves cómo funciona el sistema? Chau, hermanito.
LEO.- Esperá. Te doy.
PEDRO.- No, no. Era una prueba. Gracias igual.
LEO.- Te fue bien.
PEDRO.- ¿Qué?
LEO.- Estás envalentonado porque la jugaba te salió bien. Hasta ahora por lo menos.
PEDRO.- Deseame suerte.
LEO.- Siempre la tuviste.
PEDRO.- (Va a salir, pero se vuelve y lo abraza) ¡No puedo seguir, Leo, no puedo seguir!
LEO.- Te entiendo, Pedro, te entiendo.


Se fueron juntos. Yo salí de mi escondite bajo el mostrador, estiré las piernas y arqueé la espalda hacia atrás. Apagué la grabadora, ignorando si allí había datos como para darle crédito a mi vida. Me sentí mejor, el whisky había hecho su gestión. De pronto sentí alivio, esa ligereza mental (tal vez de la conciencia) y el cansancio físico sin embargo vigorizante posterior a los grandes momentos. Había tomado una decisión. Yo, Gisel, había tomado una decisión.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario